“MAMBO”… ¡hasta es sonoro cuando se dice!, bueno de sus raíces viene, ya que su definición etimológica es de origen africano, que algunos traducen como “conversación con los dioses”. Este término se escuchó por primera vez en Cuba en el título de un Danzón (Baile nacional de Cuba) con una nueva modalidad musical, Orestes López y Cachao crearon el estilo que llevaba la síncopa y lo definieron como ritmo Lázara Cachao, en la edición número 8 de esta revista en la sección “En Profundidad” se documenta.
Ellos, integrantes de la Orquesta Arcaño y sus Maravillas, con su ingenio crearon esta nueva forma de sincopar en el año 1938. El mambo estaba en medio de una ebullición creativa y fue en 1947 cuando Dámaso Pérez Prado, un gigante de la música cubana, junto al genio y figura Benny Moré, comenzaron a darlo a conocer fuera de la isla, en México se introdujeron en el mercado con sus Mambos cantados y sus apariciones en películas.
En 1951 Pérez Prado triunfa con su tema: “Rico Mambo” y así lo llamaron “El Rey del Mambo”. Fuera de las tierras mexicanas Prado toma el mambo de Arcaño y le hace nuevas adaptaciones con el swing americano y lo convierte en el baile de los salones de New York de los años 50.
Muchas fueron las orquestas que en circuito neoyorkino hicieron la fiebre de los bailadores y bailarines, que en espectáculos nocturnos y shows, hacían rápidas combinaciones de pasos, movimientos eróticos de las caderas, figuras creativas de gran espectacularidad características del Mambo como género bailable. De testigo: El Palladium, sala que dió acogida a aquellas noches de estrellas.
En el esplendor del Mambo Tito Puentes y Tito Rodríguez también fueron Reyes, Eddie Torres en su entrevista para esta revista en la edición número 9, dice que ha dedicado parte de su vida a la conservación de este género bailable. El Mambo recorrió el mundo durante casi 20 años y en los 60 comenzó a formar parte de otros ritmos: El Boogaloo, La Pachanga, La Salsa y La Timba.
Enriquecer los pasos libres o en pareja con combinaciones sincopadas de Mambo da un dinamismo a las ejecuciones asombrosas, el vaivén de la pelvis, memorias de África, el swing jazzeado, el toque americano, la cuna y el sabor de la síncopa lo dió Cuba, dentro de ese batido está una de las palabras que más asemeja la alegría, el ritmo, el movimiento, la fiesta, así que… ¡Bailador dale Mambo!
Fuente: Revistasalseros
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